Época: Islam
Inicio: Año 610
Fin: Año 2003

Antecedente:
La mezquita



Comentario

Antes de realizar la oración el devoto debe purificarse física y espiritualmente, lo que le permite alcanzar un estado de pureza ritual conocido como tahara. El acto de purificación consiste en realizar una limpieza de cuerpo y alma, que variará en función del estado previo de impureza del individuo. Si la polución es mayor (ganabah), como la que es debida a la eyaculación, la menstruación o el alumbramiento, debe realizarse una ablución completa del cuerpo (gusl). La impureza menor (hadat), que se contrae tras acciones como dormir, ir al baño o desmayarse, se elimina realizando un ablución ritual (wudu) en la que deben lavarse tres veces las manos, la cara, la cabeza, los brazos hasta los codos y los pies hasta los tobillos. Tradicionalmente es también obligatorio limpiarse por tres veces los orificios nasales, hurgarse las orejas con el dedo y enjuagarse la boca con agua. Si no se dispone de agua, el Corán explicita que la ablución puede realizarse con arena o el polvo de los vestidos, frotándose la mano y pasándola por cara y antebrazos (tayammum).
Para los musulmanes, al contrario que los cristianos, la idea de impureza no va ligada a la de pecado, sino que es una consecuencia natural de la realización de ciertos actos que incluso pueden ser lícitos o necesarios, como tocar cosas o personas consideradas impuras (vino, no musulmanes, etc.). Por este motivo son abundantes los baños públicos (hamam) en las ciudades islámicas.

Las mezquitas cuentan con espacios específicos en los que los fieles pueden realizar las abluciones, con fuentes, cursos de agua, vestuarios, etc.

Además de relacionados con las oraciones, las abluciones guardan relación con momentos importantes de la vida del creyente musulmán, como cuando realiza una peregrinación o bien ha de coger y leer el Corán, acto éste último que nunca debe ser realizado si el individuo no se encuentra en un estado de absoluta pureza.